martes, 19 de abril de 2011

Wake up in the morning

Ayer estuve esperándote hasta tarde, pero no pude verte. Me entró sueño demasiado pronto. Qué se le va a hacer. Me desperté pronto, a las 8:16 para ser exactos. Advertí un ruido molesto que procedía del cuarto de baño, me quité las legañas, me quedé un tiempo pensando en mi cama, lo fácil que sería si estuvieras ahí ayudándome en aquellos momentos tan frágiles de mi vida. Me espabilé y pude darme cuenta de que eras tú duchándote. Al salir, te pregunté por la hora.
-Víctoooooooor.
-¿Qué?
-¿Qué hora es?-Yo ya la sabía, pero quería asegurarme de que no te habías equivocado de alarma, o de que tenías el reloj mal.
-Las nueve menos cuarto.- Por lo visto discernías correctamente de la hora que era, qué disparate, normalmente  te levantas dos horas más tarde que yo.
-¿A dónde vas?
- A Arrecife.
-¿A qué?
-¡A hacer cosas, Neiya!
-¡¿QUÉ COSAS?!
-Pues voy a ir al ayuntamiento, y luego.. a ver a Laura..
-Ah.-
Te vestiste, te echaste la colonia que yo te regalé y te despediste de mí, intentando darme un abrazo, el cual yo rechacé (aún no sé bien por qué) Luego transitaste hacia tu grado.
Yo me quedé en el sofá reflexionando sobre lo que había pasado, hasta que cogí mis cosas y me marché a mi casa. Pasé toda la tarde con Shúa en la C/Real, mirando chaques y bodys baratos. Al fin podía sacarte de mi cabeza aunque fuera unas horas. Cuando volví, sobre tu escritorio había una caja azul muy poco masculina, así que supuse que era de ella. Dentro había una bola roja, yo diría que una nariz de payaso. Por mi cabeza pasaron mil cosas, y aunque parece que desconozco, sé más de lo que piensas. A partir de ahí, comencé a darle vueltas al tema. No cené esa noche. Recibí una llamada tuya, a la cual decliné, puesto que seguramente me habrías llamado por accidente o para decirme alguna bobería. Todo entra dentro del término "bobería", en esos momentos lo único que quería escuchar era un te quiero. Decidí esperarte, y darle una nueva oportunidad a mi corazón armado con chaleco anti-balas. Percibí el sonido de tus llaves apunto de escindir la puerta, me temblaban las piernas y el corazón me iba a mil por segundo. No tenía valor. No lo tenía, no para ir, besarte y decirte que no pasaba nada, que lo entendía, porque realmente -aunque quisiera- no lo entendía.
Me fui a la cama, y cerré los ojos envueltos en lágrimas para huir al menos unas horas de mis propios pensamientos, aunque a veces, ni eso funcionaba, pues tu te divertías persiguiéndome en mis sueños.